Hace unos días nos acercamos a visitar el entorno del Hospital Infanta Leonor, al este de la ciudad de Madrid en el distrito de Villa de Vallecas, ese que está en medio de un erial, encajonado entre las vías del tren que van hacia el Henares, la carretera a Valencia y la nada. Sí, como lo leen, la nada. Para poder llegar al hospital hay una línea de autobús de la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT), la H1, que sale de Jesús del Pino, junto a la estación de Metro de Sierra de Guadalupe, y cuenta con 6 paradas en total.
¿Cerca del Hospital Infanta Leonor hay habitantes? Sí, pero sin acceso directo. Como hemos dicho antes, el hospital está encajonado entre las dos barreras que forman las vías de comunicación citadas y que impiden el fácil acceso al mismo. No quiero ni pensar en el penar de los enfermos que, además de su enfermedad, deben sufrir las dificultades para recibir visitas. Eso sí, el hospital cuenta con un hermoso parking, de pago, faltaría más.
Es un despropósito total pues el aislamiento del centro propicia las situaciones de monopolio de servicios periféricos (cafeterías, tiendas, etc.) con el consiguiente aumento artificial de precios. Y, desde luego, asegura un tranquilo estar de los enfermos que ven aumentada su soledad. No nos paramos a comprobar si hay horario de visitas. En la página web del hospital indican que el horario es de 17:00 a 21:00, lo que faltaba, aunque dice que algunas unidades tienen otro horario, como siempre claridad en la información.
No podíamos imaginar que se podía construir un centro sanitario en semejante lugar, rodeado de la nada. Tan de la nada, que en una de las fotos que ilustran esta entrada pueden ver el paso de cebra sobre un camino a ninguna parte. No sabemos si existirán planes de edificación en el entorno más inmediato, pero se nos ocurre pensar que alguien hizo valor de una parcela urbanística con poco futuro. Pobre Infanta.
Madrid Merece 